domingo, 22 de noviembre de 2015

Machu Picchu, una visión espectacular

Había visto la montaña mágica del Machu Picchu y los Andes en documentales de televisión, en libros de fotografía y en revistas de viajes y arqueología. Y me parecía fascinante. Pero solo cuando llegué y vi en vivo aquellas ruinas entendí porqué está considerada una de las maravillas del mundo antiguo. 

Jamas había visto algo tan hermoso. No por las ruinas en sí, que no dejan de ser un yacimiento arqueológico formado por piedras milenarias. Es el lugar, la espectacularidad del paisaje, la magnificencia de los Andes, el subir lo más cerca posible del cielo y observar que hasta allí llegaron siglos atrás los hombres. Gentes como nosotros, con sus dioses, sus ritos, su organización, sus leyes y su manera de vivir. Pero... ¿Allí arriba? Se queda uno perplejo.

Es uno de los destinos turísticos más visitados del mundo. Hay que comprar el ticket con antelación y soportar colas infinitas para subir en bus hasta la cima. Otros valientes lo hacen a pie disfrutando la experiencia de la caminata. Da igual, de verdad. Da lo mismo. Ves llegar a los turistas y al contemplar las vistas sus caras cambian. Sus rostros se iluminan.. ¡Dios, mereció la pena el esfuerzo para llegar hasta aquí! ¡Eso no lo esperaba tan... tan... guau! Son las expresiones de los visitantes, que quedan maravillados como niños. Y no es para menos. Es tal la grandiosidad de las montañas, del enclave donde se fundó la ciudad ahora en ruinas que uno se siente sobrepasado.


Las colas para hacerse fotos en los lugares con mejores vistas se llevan con paciencia y con charlas entre turistas de mil lugares del mundo. Recuerdo haber hablando con gentes de aquí y allá, de religiones culturas y países bien diversos. Y nadie negaba lo evidente: aquello, el Machu Picchu, no lo van a olvidar en la vida. Como al pueblo de Aguas Calientes, a los pies del yacimiento, una pequeña localidad andina en la que merece la pena pasar una noche o dos. Sus gentes, peruanos alejados de todo, viven allí en una especie de aldea idílica en la que ven llegar y marchar turistas mientras ellos conservan su ir y venir amable y calmado. Son cariñosos y se les aprecia enseguida. Viven con poco pero son felices. Y saben que aunque los turistas llegan más equipados, con más dinero y de países donde se vive "mejor" que allí... Ellos parece que no envidien a nadie. Saben que están en uno de los últimos lugares especiales de La Tierra.