jueves, 31 de marzo de 2016

Osaka, pasado y futuro nipón

La mayoría de turistas y viajeros que deciden visitar Japón piensan en Tokyo por ser la capital y ofrecernos esa estampa futurista de luces de neón y millones de personas moviéndose por el metro como hormigas. Y también incluyen en su ruta a Kyoto para conocer el Japón más tradicional de templos y casitas de madera, de geishas y sombrillas. Pero se olvidan que a medio camino entre esos dos grandes destinos japoneses está Osaka, que es la tercera ciudad más poblada de la isla nipona.

Osaka me sorprendió. Me gustó. Me encantó. Porque tiene de moderno y futurista, de antiguo y tradicional y es  cómoda para pasear y visitar. Recuerdo caminar por Osaka con la misma cara con la que veo pasear a los turistas japoneses por Barcelona: sorpresa, estupor, perplejidad y asombro. Y es que en muchos sentidos Barcelona y Osaka están conectadas. Son ciudades modernas, donde hay negocio, conservan vivo su pasado y.... Se come de vicio!

Vayamos por partes. El barrio de Dotombori es lo que no hay que perderse sí o sí. Luces, tiendas, restaurantes, centros comerciales, bullicio y ese famoso cartel de Glico, el popular caramelo japonés que contiene tan solo 14,5 calorías, justo las que necesita un hombre para recorrer los famosos 300m de las olimpíadas. Ya en los años 20 se inauguró una primera versión del anuncio y hoy día es el icono de Osaka y una de las fotos más repetidas por los turistas. Sorprende el barrio por animado y porque hay negocios de lo más  curiosos, como un local con una gran piscina donde puedes pescar para  luego soltar de nuevo los peces en el agua. Además del famoso cartel, Dotombori cuenta con muchos restaurantes cuyos carteles nos recuerdan más a las fallas de Valencia que a cualquier otra cosa. Pulpos gigantes, peces globo, dragones y hasta una montaña rusa en la fachada de un edificio.

Otra de los motivos por los que Osaka es especial es por conservar uno de los castillos medievales más impresionantes de Japón (del  s.XVI). Es un edificio enorme que con jardín llega al kilómetro cuadrado amurallado. Hay mil antigüedades (como armaduras de samurai) y se puede hacer un viaje al pasado de Japón recorriendo sus instalaciones.

Hablemos de la gastronomía de Osaka. Famosas son sus takoyaki o bolitas de pulpo que las venden por todos lados y que se comen a pie de calle como los perritos calientes en New York. Son riquísimas y es curioso ver cómo las preparan al momento en unas planchas especiales. El barrio de Dotombori tiene mil garitos y restaurantes donde degustar otras delicias locales, como la pizza japonesa o la carne de kobe a la brasa, que te la cocinas tú mismo en unas pequeñas parrillas. En Japón todo es un espectáculo para el turista y la gastronomía es otro atractivo más.


Momento memorable es visitar la terraza del Umeda Sky Building, uno de los rascacielos más altos de Osaka (con dos pistas de aterrizaje para helicópteros). Es recomendable subir y comprobar desde allí como Osaka a tus pies parece la maqueta de un niño que juega a las casitas. Nosotros no tenemos esas mega urbes tan escandalosamente grandes y llenas de edificios altos y brillantes. Por eso contemplar las vistas desde allí es entender que Asía y sus metrópolis se nos escapan, nos desbordan y nos hacen sentir como esas hormigas que van de aquí para allá sin pararse a pensar demasiado. Y es que la vida en Japón fluye... Y mucho!!




























domingo, 20 de marzo de 2016

Palma, mucho más que sol y playa

Quizás sea culpa del boom turístico de los años 60, que convirtió Baleares en el paraíso europeo del sol y la playa. O quizás influyesen esos hits míticos de varios grupos de música yeye, que convirtieron a Mallorca en la protagonista de éxitos como "el vuelo 502" o "el Puente". El caso es que Baleares y Mallorca han quedado grabadas a fuego en nuestras retinas como el destino de hotel o apartamento en el mar, colchoneta, crema solar y sombrilla. Y es una pena, porque Mallorca es mucho más que sol y playa.

Palma, su capital, es una ciudad ideal para hacer escapadas durante todo el año. Esos pequeños viajes de fin de semana o de puentes fuera de temporada estival  en pareja o grupo de amigos, familia o hasta en solitario. Y es que Palma posee el encanto de esas ciudades mediterráneas cargadas de historia, de pasado, de piedras que podrían contar mil y una anécdotas y batallas. Y es además un destino gastronómico interesante y sorprendente, más allá de la clásica ensaimada y sobrasada.

De entrada Palma está bastante cerca en avión desde cualquier punto de España y nos permite evadirnos a una isla con encanto en pocos minutos. Palma además posee uno de los cascos antiguos más grandes de Europa, lo cual nos asegura el pasear por callejones y plazas que nos harán escapar de la rutina y le estrés diarios.

Caminar por los alrededores de su espectacular catedral con vistas al mar o por el Palacio de la Almudaina, contemplar el casco antiguo desde Es Baluard o perderse por ese entramado de calles plagadas de palacetes con patios señoriales (hay una preciosa ruta de más de 40, muchos de ellos particulares pero abiertos al visitante). Palma es cómoda y se disfruta sin prisas. Todo está cerca y uno se puede permitir sentarse aquí y allá, callejear hasta dar con la iglesia de Santa Eulàlia o el Ayuntamiento, la Plaza Mayor o el Gran Hotel.

Si hablamos de gastronomía Palma nos seducirá con restaurantes que trabajan con recetas auténticamente mallorquinas a base de jugar con esos ingredientes locales tan típicos del Mediterráneo.  Ahí entra su famosa sobrasada, producto estrella que se usa en cocina y postres (interesantísima la repostería balear!).


Cuando leo el libro "El Ecuador de Ulises" de mi amiga Roser Amills, veo que actores de aquel Hollywood dorado de los 50 quedaron prendados de Mallorca y la convirtieron en su isla refugio. Errol Flyn, Ava Gadner, Orson Welles, John Wyne, Tyron Power, Marlene Dietrich, Rita Hayworth... ¿Qué encontraron en esta pequeña isla del Mediterráneo?  Autenticidad. Y hoy día nosotros podemos aún también disfrutarla. Más allá de las oleadas de turistas, de los alemanes afincados y de los hoteles y garitos, Palma nos puede transportar a una isla marinera por la que hacer un recorrido histórico desde la Edad de Bronce hasta la actualidad pasando por romanos, vándalos, musulmanes, judíos... Quizás por eso los palmesanos son gentes abiertas, cordiales y cariñosas. Pero además se sienten muy orgullosos de su isla y de pertenecer a un rinconcito del Mediterráneo tocado por la varita del buen clima, la tierra fértil, la vida pausada, el pasado glorioso y el presente fructífero. Los palmenses han sabido encajar que son un destino turístico de primer orden y un lugar para vivir envidiado y demandado con un encanto especial a medio camino entre lo autóctono bien conservado y el turismo de éxito bien gestionado.