viernes, 1 de mayo de 2015

Iguazú, capricho de la naturaleza


Visitar las famosas cataratas de Iguazú da mucha pena. Ahora entenderéis porqué. Después de ver aquello uno sabe que va  a costar encontrar otra maravilla de la naturaleza que esté a la altura de lo que acaban de presenciar tus retinas.  A veces la madre tierra genera lugares tan espectaculares como las cataratas de Iguazú. Siempre lo digo: jamás he visto tanta  masa de agua cayendo con esa potencia y poderío.
La visita a las cataratas se hace en dos días, pues son dos espectáculos distintos: verlas desde el lado argentino y desde el lado brasileño. En ambos casos todo está preparado para que el turista (los hay a manadas) pasee cómodamente visitando un parque de caminos señalizados y zonas de picnic. Hay que pelear duro para conseguir foto desde esos miradores estratégicos que están preparados para sacar unas buenas panorámicas. Aquello es el parque Disneyland de las cataratas!

Si nos alejamos un poco de esos grupos de turistas y de sus cámaras de fotos, descubrimos un poster de palmeras y vegetación exultantes. Un edén tropical con pequeñas, medianas y gigantescas cascadas, lagunas, lagos y el rio. El parque de Iguazú es para pasearlo observando pequeños detalles, como las miles de mariposas de colores que nos acompañan en todo el trayecto.

El momento cumbre de la visita queda para el final: el recorrido te lleva sin que te des cuenta hacia un tramo del rio tranquilo y en calma. Una pasarela te permite caminar sobre él. Y cuando crees que tienes la situación dominada descubres a tus pies... La garganta del diablo!! El nombre ya lo dice todo. Una cascada gigantesca y espectacular que genera un ruido ensordecedor y que provoca que te hagas la foto pensando  "espero que la pasarela aguante porque si no está bien sujeta... Aquí no se salva  nadie". Recuerdo contemplar la estampa; la maravilla de la naturaleza, que juega con el agua generando una visión imborrable. Es uno de esos momentos intensos, con el que quieres retener en tu retina lo que estás viviendo, porque sabes que, como decía al principio, no volverás a ver algo así. Y menos desde tan cerca.


























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