lunes, 2 de mayo de 2016

Oporto, el encanto de lo decadente

La segunda ciudad más importante de Portugal es para mí la primera en encanto. He ido en dos ocasiones y en las dos he encontrado que Oporto me gusta. Y me gusta mucho; sobre todo su casco antiguo, que es Patrimonio de la Humanidad. No me extraña!

Porto (=puerto en portugués) es una ciudad pequeña, acogedora y tranquila que nos pilla muy cerca de casa (hay vuelos directos y baratos cada fin de semana) y que nos permite esa escapada romántica en pareja a un destino cuyo encanto está en que se quedó parada en el tiempo, conservando ese aire de antigua ciudad señorial de gentes pudientes gracias a ser un enclave comercial destacado en Portugal.

Oporto tiene varios puntos turísticos interesantes y fácilmente se puede ver en un fin de semana. Yo recomiendo hacer la visita en primavera o en otoño. Habrá menos turistas y si corre un poco de aire, de ese aire fresco que trae el Atlántico a través del rio Duero, nos dará aún más esa sensación de nostalgia de una época que fue gloriosa. Ver pasear a las parejas abrigadas cogidas de la mano, haciéndose fotos aquí, tomando un dulce portugués allá... Es muy romántico.

El icono de la ciudad es el Puente de Don Luis I, construido por un discípulo de Eiffel. Desde arriba, desde abajo, de un lado o de otro. Ese puente es emblemático y además ofrece unas vistas exquisitas de la Ribera, toda la zona que toca al río y que es imposible que  sea más preciosa. A un lado las casitas de colores del barrio de Miragaia y al otro la Nova Vila da Gaia y sus tejados, los de las bodegas  que tanto renombre mundial le han dado a la ciudad y a sus vinos.

Imprescindible pasear por el Mercado do Bolhao, decadente y con un aire nostálgico muy acorde con esas callejuelas plagadas de fachadas de azulejos que, unos sí y otros ya no, aún siguen en pie resistiendo contra viento  y marea.  La librería "Lello e Irmao" es encantadora, por eso Hollywood se fijó en ella y rodó allí varias escenas de las aventuras de Harry Potter. Algunas iglesias siguen fielmente ese estilo portugués de embaldosar las fachadas, con el blanco y el azul como protagonistas. Así es por dentro también la estación de tren, a la que si viésemos llegar una antigua locomotora (humo incluido) nos parecería lo más normal del mundo. Un paseo que os recomiendo es bajar al la Ribera desde lo alto de la ciudad por un barrio que hay justo al lado del puente de Don Luis I. Esas callejuelas con casas antiguas, ahora ocupadas por tiendas de pequeños artistas y artesanos, es una delicia.

A pesar de toda esta nostalgia, la rua de Santa Catarina es una animada zona comercial donde mucha gente joven compra y comparte charlas y cafés. Y es que Oporto es una destacada ciudad universitaria. Yo tuve la suerte de que mi visita coincidiera con su fiesta de "queima das fitas", cuando los universitarios se visten con sus capas negras largas y sus cintas de colores de cada facultad y celebran sus aprobados... O suspensos! Esa fiesta es todo un espectáculo. Ver una calle entera de universitarios vestidos de negro, con sus capas elegantes... Sorprendente!!

Imprescindible pasear siguiendo el río hasta su desembocadura al mar. Allí,  en Foz de Douro, está el barrio de gente chic y con dinero de la ciudad, que vive a las afueras frente a unas vistas espectaculares del mar, el faro de Oporto y algunas fortificaciones antiguas. Para los turistas está el tranvía (de época!), que en 20 minutos de paseo te acerca a ese barrio y a la zona de playas.

Ir a Oporto y no probar el bacalao en cualquiera de sus variantes sería casi un delito. Igual que no armarse de valor y estómago para probar una francesinha, bocadillo típico de la gastronomía lusa moderna super potente y que pondrá a prueba tu colesterol. Oporto tiene mil y un garitos y restaurante para comer bien y a buen precio y eso, hay que aprovecharlo. Otro motivo más para ir y repetir.

En general Oporto es la escapada perfecta: una ciudad encantadoramente nostálgica y antigua, con mucho para pasear y descubrir. Pero a un ritmo pausado, con calma, casi como la propia ciudad. Y es que Oporto es de otro tiempo, de otra época.





























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