lunes, 25 de julio de 2016

Eleuthera, la niña bonita de las Bahamas

Decir Bahamas (del español "baja mar") es soñar con paraísos de aguas cristalinas y arena blanca. El Caribe en sí conforma un paisaje de postal en cada una de sus versiones. Otra cosa es cómo se vive en Cuba, Jamaica, Haití o República Dominicana, por nombrar las más populares para nosotros. Pero decir Bahamas es otra historia porque es el destino de playa número uno en EEUU. Tanto es así que algunos yanquis, sobre todo los que viven muy bien en el país del Tío Sam, tienen en Bahamas su segunda residencia, la de verano.

De las 700 islas que dan nombre a las Bahamas, Eleuthera (del griego "libertad") fue la primera en la que los ingleses en busca de libertad religiosa fundaron un primer asentamiento. Hoy en día Eleuthera es el exclusivo paraíso particular de muchos ricachones americanos que buscan un oasis de aguas turquesas y ese característico color rosado de la arena (arena con un cierto tono rosado provocado por los restos de coral). El mejor reclamo para el turismo.

Los que no tenemos residencia allí pero queremos ver cómo viven los que sí pueden permitírselo, podemos coger un ferri desde Nassau (la capital de Bahamas) y visitar un área de la isla que es el "top" de playas de la zona: Harbur Island. De entrada sorprende ver la cantidad de gente que se mueve cómodamente con carritos de golf y bicicletas en vez de automóvil (más barato y ecológico). Pasear por las calles del pueblo de Harbur Island es contemplar la más pura esencia Caribe con influencias british, africanas y cristianas todo en uno: iglesias urbanizadas en terrenos llenos de palmeras, con casitas de madera pintadas de colores.

Tuve la ocasión de hacer mi visita a Harbur Island en pascuas y me sorprendió ver el portal de Belén y el árbol de Navidad bajo un sol y un ambiente tan caribeño. También me di cuenta de qué bien viven los ricos y famosos en ese rincón perdido del mundo: la isla es una joya de cayos arenosos, vegetación exótica, aguas turquesas en un ambiente exclusivo y solitario. Allí no hay pareos en la arena, ni vendedores ambulantes de cocos. No ves grupos de jóvenes armando bulla, ni tiendas de colchonetas y gorritos. Allí te cruzas de vez en cuando con parejas paseando por la orilla del mar, algún hombre que juega con su perro... Y sobre todo lo que ves son espectaculares mansiones a pie de playa. Casas aisladas, divinas. Y te imaginas quién vivirá y qué habrá hecho en la vida para poseer tal privilegio.

Recuerdo caminar por Harbur Island como el niño pobre al que por una tarde le dejan pasear por una gran tienda de juguetes. Solo para que mire y vea lo bonito que es todo. Luego, por la tarde, con el ferri, vuelta a tu humilde hotel de Nassau. 

























domingo, 24 de julio de 2016

Cesky Krumlov, viajar a un cuento de la Bohemia Meridional

Dicen de Cesky Krumlov que es el pueblo más bonito de la República Checa y muchos (yo me incluyo) lo prefieren antes que a la ajetreada y masificada Praga.

A unas dos horas y media de la capital uno aparece como por arte de magia en medio de una pequeña ciudad plagada de edificios medievales góticos, renacentistas y barrocos construidos a uno y otro lado del rio Moldava. Cesky Krumlov es patrimonio de la Unesco desde 1992, así que no hablamos de otro pueblito medieval más que tiene cierto encanto. Es la auténtica joya de la Bohemia del Sur.

El icono del lugar es la rosa de cinco pétalos, imagen del escudo de la familia noble más poderosa de la zona, los Rosenberg. Después de ellos, otras familias pudientes de la región acabaron de convertir la localidad en un lugar especial.

Su imponente castillo, el segundo más grande de la Rep. Checa, ofrece unas vistas espectaculares de todo el casco antiguo desde una torre cilíndrica muy bien conservada. Visitar el recinto del catillo es interesante, sobre todo porque conserva uno de los pocos teatros barrocos que quedan en el mundo y que aun funcionan sin haber tocado apenas ningún detalle de su construcción y de su particular modo de hacer representaciones. El teatro es una joya de incalculable valor patrimonio de la Humanidad. Visitarlo es colarse en aquellas funciones teatrales donde todo se hacía a mano, desde la iluminación con velas a los efectos especiales a base de curiosísimos artilugios.

Callejear por el casco antiguo con suelos adoquinados y construcciones barrocas es uno de los encantos de la visita. La plaza del ayuntamiento, el puente de madera, la calle Latrán (que conserva un aire de otro siglo muy entrañable) o acercarse a la única puerta medieval que se conserva. Nada defrauda porque todo está cuidado con mimo y detalle.

El rio Moldava es uno de los protagonistas de la ciudad por eso es interesante subirse a una embarcación preparada para turistas y navegar en silencio contemplando casas y detalles a  uno y otro lado. Recomiendo totalmente la experiencia por bonita y relajante. 

Dos cosas más recuerdo con especial cariño: muchos turistas visitan Cesky Krumlov en una excursión de un día desde Praga y se pierden los paseos nocturnos con una maravillosas vistas de todo iluminado. Y la otra son los dulces de amapola, algo típico de la zona y que resulta ser... Mmmm una delicia!!

Entrevista en Cesky Krumlov a la guía Jitka Girátová (Agradecimientos a la Oficina de Turismo de la Rep. Checa en España):