Viajar en un crucero no parece de
entrada la forma más intrépida de hacer unas vacaciones. Y de hecho no lo es.
Pero escoger un crucero como hotel flotante y amanecer cada día en un puerto
distinto tiene su encanto desde el momento en que zarpa el barco.
MSC es una compañía italo-suiza
dedicada desde hace 300 años a la navegación. Su principal negocio es el
transporte de mercancías pero el crucero vacacional es lo que les ha convertido
en una empresa popular y de prestigio entre el gran público. Apostar por una
flota de cruceros de lujo, equipados como una ciudad sobre el mar les ha
situado entre las compañías "top" en el sector. De hecho sus barcos
son, para una crucerista novata como yo,
lo más parecido a vivir la primera parte de la mítica película "Titanic"
sin el final dramático que supuso aquel accidente marítimo en 1.912. Afortunadamente
en eso MSC Cruceros también son líderes, en seguridad.
Cuando la compañía MSC Cruceros me invitó
junto a un grupo de periodistas a vivir la experiencia de viajar en un crucero
me ilusioné como una niña. Aun recuerdo la popular serie "Vacaciones en el
Mar" cuando en España apenas podíamos imaginar tener esa opción a nuestro
alcance. Pero los tiempos cambian y el Mediterráneo y Barcelona están ahora en
el mapa del turismo de cruceros como una de las opciones más demandadas.
Entrar a un crucero MSC es vivir
una experiencia única: navegar por alta mar contemplando las vistas cómodamente
mientras te tomas un cocktail en un local de lo más sofisticado. Darte un
relajante masaje de manos de una profesional balinesa mientras ves el atardecer
desde tu cabina del spa. Degustar una deliciosa cena brindando con los mejores
caldos o salir a pasear por cubierta para ver un cielo estrellado.
Sorprende al viajero que un barco
de 18 pisos dotado con todo tipo de instalaciones sea capaz de flotar y
transportar dentro a mas de 3.000 personas. Y encima sin notar aglomeraciones,
sin sentir el estrés de estar encerrado en un barco del que no puedes escapar. Pubs,
restaurantes, teatro con espectáculos de calidad, piscinas cubiertas y al aire
libre, coctelerias, cafeterías, guardería, cine, gimnasio, tiendas... Y un
sinfín de servicios que le dejan a uno fuera de juego. ¿Se puede ser más
dichoso teniendo todo eso a tu alcance dentro de una embarcación?
Recuerdo con especial emoción ese
momento de intimidad en mi camarote, a solas, sentada en la cómoda butaca de mi
balcón con vistas a un mar infinito. Mirar la masa de agua y sus tonalidades,
observar el barco dominando las olas y sentirme una insignificante cosa frente
a esa maravilla de la naturaleza que es el mar y esa obra maestra naval que
consigue llevarnos desde casa a puertos marítimos lejanos de la manera más
cómoda que uno pueda llegar a soñar.
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