Austria es una sorpresa constante. Cada vez que tengo
ocasión de visitar alguna región, ciudad o rincón austríaco descubro algo que
me encandila.
Visitar la región de Estiria y su capital, Graz, es acercarse
a otra Austria diferente a la de los Alpes. Es acercarse a una Austria también
verde pero con otros encantos, otra anatomía y otra composición. Con matices
eslovenos y húngaros, por su cercanía a esos países vecinos, Estiria es uno de
los secretos de Austria y lo pude comprobar al visitar Graz, su capital. Ciudad
cosmopolita, rica culturalmente y con una intensa vida social y universitaria,
su barrio antiguo (Patrimonio cultural mundial desde el año 1999) tiene mucho
encanto. Es una preciosa muestra de sucesivos estilos arquitectónicos, todos
integrados en un alarde de elegancia y sobriedad austriaca.
Desde épocas romanas, Graz ha ido creciendo a merced de
invasiones, conquistas, luchas de territorio y fortificaciones. No es que sea
una ciudad más guerrera que muchas otras que se defendían en la Edad Media de
oleadas invasoras. Pero sí que hoy día nos sirve de ejemplo para vivir de
manera exclusiva y directa lo que viene a ser la guerra al más puro estilo
medieval.
En el centro de Graz tenemos la gran oportunidad de visitar
la armería de la ciudad: el mayor arsenal de armas históricas y mejor conservadas del mundo. Es una joya de
gran valor que no todos los turistas y visitantes saben apreciar. Yo fui la
primera que pensé "una armería... vaya! salas y vitrinas llenas de armas
antiguas... Nada que no haya visto antes". Pero al entrar me quedé sin
palabras. Jamás pensé que podría sentir tan vivamente lo que supuso para una ciudad disponer de armas, ejército y
defensa. La importancia de la seguridad.
Y es que el arsenal de Graz te transporta a aquellas batallas
"cuerpo a cuerpo" cuando la guerra se hacía contando con todos: desde
el humilde ciudadano de a píe hasta el rico y potente señor de la ciudad, que
evidentemente contaba con mejor equipo de defensa. Todos ellos están muy vivos
en el arsenal de Graz. Que maravilla contemplar esa espectacular colección de
armas (30.000, que van desde la Edad Media tardía hasta principios del s. XX).
Paseando en silencio por las diferentes plantas del museo
casi pude escuchar a los hombres jugándose la vida en el fragor de la batalla,
como si cada una de aquellas armas conservarse aún el alma del pobre guerrero
que la empuñó o la vistió. Me sobrecogió pensar en el sudor, sacrificios,
dolores, penas y sueños rotos que murieron bajo esas espectaculares armas. La
vida es un zarpazo, un puñal que se hunde en el pecho de un guerrero, un último
aliento que se da recordando quizás a la esposa y los hijos, al honor de
defender una bandera, a unos ideales que hoy ya no existen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario