domingo, 3 de mayo de 2015

Manggarai, la aldea remota de Bali

En España las agencias de viajes nos venden Bali como un destino romántico  para disfrutar durante un idílica luna de miel. Pero la isla indonesia de Bali es mucho más que un precioso hotel con spa y una playa de arena blanca y aguas cristalinas. De entrada no todas las playas de Bali son de postal caribeña. Bali es una isla volcánica y tiene zonas con playas de rocas y fuertes vientos, ideales para la práctica del surf. En cambio Bali deja boquiabierto al viajero por su exuberante vergel de plantas y árboles exóticos.

De mi visita a Bali recuerdo con especial cariño los días que pasé en Manggarai. De la mano de un guía tan profesional como cariñoso, Arie, nos subimos cinco horas a un 4x4 para llegar a una aldea perdida en una lejana montaña balinesa.

Compartir vivienda con unas gentes desconocidas suena de entrada incómodo. Imagina meterte en casa de alguien a quien no conoces y que va a ser tu anfitrión por unos días. Si encima se trata de una aldea con gentes que hablan, viven y tienen unas tradiciones y costumbres nada parecidas a las tuyas.... Puede salir bien o fatal. Y salió genial.

En Manggarai es costumbre recibir a los huéspedes colocándoles el típico pareo festivo, una especie de manta que te identifica como invitado de honor.  Nada más llegar el regalo de bienvenida fue... ¡Una gallina! ¿Y qué haces tú con ella? ¿A la maleta? Menos mal que todo es un ritual simbólico y la gallina regresa a su corral. Después vinieron las danzas, cánticos y luchas como parte de la fiesta. Sin hablar la misma lengua, ni utilizar los mismos gestos para referirnos a las cosas... Las gentes de Manggarai te entienden. Y te tratan como a una auténtica estrella de Hollywood.

Recuerdo con especial cariño a la anciana propietaria de la casa que nos acogió. Me decía (previa traducción al inglés del guía): yo no he de ir al mercado como tú. Mi super está aquí (señalando los campos de arroz, vainilla o café).

En Manggarai nada es como en tu casa: el baño es la mínima expresión de lo necesario para asearte. La cocina a fuego, el lavavajillas una palangana y la nevera simplemente no existe. El colchón de latex es una esterilla en el suelo y el móvil lo abandonas en la mochila. No hay enchufes.

La hora de la cena es el momento en que la familia se reúne para compartir y conversar. Les ofrezco mi regalo: embutido español y globos para los niños. Lo del jamón serrano les pareció un espanto ¡Cómo podéis comer algo tan salado! Y lo de que exista un médico para los perros y que mi perro duerma conmigo... Eso ya les dejó muertos de la risa. Comparamos estilos de vida y ellos, sin dudarlo, prefirieron el suyo. En algunas cosas les envidio. Viven en una idílica montaña lejos de políticos corruptos, normativa municipal, declaraciones de la renta o modas pasajeras. Y sin móviles. A las 20h todos a la cama porque  a esa hora se agota la electricidad en la única casa del pueblo que tiene dos o tres bombillas.

Uno se siente lejos de casa pero también lejos de un trajín que en Occidente va demasiado rápido. En Manggarai uno se da cuenta de que nos perdemos muchas cosas hermosas de la vida, pequeños detalles, en un ir y venir de paradas de metro, entrega de proyectos, impuestos, coberturas de wifi y deudas con el banco.  En Manggarai sentarse en la puerta de casa frente a los campos toda la tarde puede ser lo más interesante de del día. Y contemplar como tus hijos juegan y crecen la tarea principal de tu agenda.





































 

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