Llegar a Cuba por primera vez el 1 de mayo y presenciar el desfile del Día del Trabajador en La Habana fue una de los recuerdos más especiales que quedarán por siempre en mi memoria. Tuve ocasión de vivir algo que está despareciendo engullido por el capitalismo imparable: me impactó ese desfile comunista que tuve oportunidad de seguir desde un lugar privilegiado (zona habilitada para periodistas). Cuando a uno le cuentan lo que es un país comunista y como son esos desfiles patrióticos no se imagina semejante espectáculo orquestado por la mano del gobierno. Tres horas de banderas, consignas, discursos y exaltación del orgullo patrio le dejan a uno fuera de juego. Creo que lo que viví es de esas cosas que pronto solo se leerán en los libros. Aún quedan gobiernos comunistas, pero el capitalismo ha ganado la batalla y antes o después acabará con ellos.
Otro momento especial de mis 12 días en Cuba fue esa noche especial, única diría yo, en el hotel Nacional. Está declarado Memoria del Mundo por la UNESCO. Entrar en él es pisar parte de la historia del pasado siglo XX. Y si encima eres amante del cine y de "El Padrino", el Hotel Nacional te transporta a esas glamurosas fiestas de épocas pasadas cuando la isla vivía del esplendor (y abuso) yanqui. La fiesta a la que asistí no podía dar más de sí: una sala de fiestas espectacular, con la música del mejor grupo de son cubano, la famosa Orquesta Aragón y en la pista la pareja de baile más popular de La Habana. A eso le pones un mojito y...
Me despedí
de Cuba paseando al atardecer por el
malecón de La Habana. Algo tan cotidiano y sencillo como autentico e
inolvidable.
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